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Otros sonidos, latitudes y tiempos.

   

Melody Gardot seduce al público del Parque Almansa con su jazz vocal, como también hacen Dorantes y García Fons con un ´Paseo a dos´ junto a la cantante Esperanza Fernández

Sin muros musicales, ni sociales, ni fronterizos, Dorantes combina y funde, amable e inteligentemente, algo más de tres mundos: la música clásica, el flamenco, el jazz y otros cuantos afines. Dejó muestra fehaciente de su capacidad como compositor y pianista, de saber adaptarse a diferentes circunstancias y planteamientos. No en vano mantiene, de forma esporádica, el trío Free Jazz Flamenco Ensemble con el contrabajista García-Fons.

Dorantes y Renaud García-Fons han inventado nuevas variaciones para los estilos flamencos tradicionales, aportando un buen ramillete de falsetas jondas. Es curioso cómo se complementan estos dos instrumentos, estos dos intérpretes, ya que el contrabajo aporta tierra, pero a veces se eleva a alturas líricas asombrosas. Igualmente el piano de Dorantes, que es puro dulce, a veces se quiebra en el arco de Renaud García-Fons y nos regala un intimismo y una familiaridad muy emotiva.

Paseo a dos, el disco que han firmado ambos y presentaban, nos lleva muy lejos, con sencillez y naturalidad . Porque Dorantes y García-Fons, con ser grandes intérpretes, son ante todo virtuosos de la elocuencia.

Ambos instrumentos, piano y contrabajo, son solistas y bases, rítmicas y armónicas en este recital. Al contrabajo de cinco cuerdas, Garcia-Fons se deja reconocer por su manera particular de utilizarlo, al que extrae sonoridades que recuerdan a la guitarra, el violin o el cello, y Dorantes parece dejarse llevar por ese entusiasmo hasta estirar y golpear las cuerdas de su piano . El concepto, maravilloso, largas composiciones en las que se alternan las melodías envolventes con arreglos de enorme efectividad, es jazzístico y flamenco, pero incorpora otros sonidos, otras latitudes, otros tiempos.

Primero salieron los dos e hicieron unas rondeñas y bulerías saltando de un palo a otro. Luego se les unió, con vestido de tiros largos, la cantaora Esperanza Fernández: cantó una soleá («De mis abuelos yo aprendí que los árboles se hacen viejos si tienen sana la raíz») y prendió de inmediato en el corazón del público. Siguió solo Dorantes al piano haciéndolo sonar como una guitarra, y luego otro solo de Renaud, muy preciso, y con una fascinante capacidad melódica, al contrabajo con su mágico toque al arco, para regresar nuevamente Esperanza, que cantó una impresionante malagueña con delicadeza e imaginación. Al conjunto se unió el baterista Javier Ruibal, hijo del cantautor, que realizó un trabajo de percusión muy rico tanto en sonoridad como en técnica: baquetas en ocasiones, escobillas en otras. incluso las manos, dando una sonoridad muy diferente además de muy poco común; suave, el contrabajo toca como una guitarra, se proyecta el piano en los espacios aéreos, se retoma el flamenco, se improvise en jazz, y se integran colores impresionistas.

Continuaron con un Garrotín de serenidad flamenca, pues esta emoción también forma parte de lo jondo. Y unas bulerías Sin muros ni candados, que desembocaron en La caravana de los Zincalis con un aroma de romanticismo a modo de ´gymnopedia´, de nuevo con el cante de Esperanza Fernández recordando una noche de Triana. Superlativo.

laopiniondemurcia.es    ÁNGEL H. SOPENA    25/07/2016